MISA Marzo 6 SANTORAL, PETICIONES Y REFLEXIONES
DOMINGO 6
Morado o Rosa
Domingo IV de Cuaresma
Otros Santos:
Victorino de Nicomedia, mártir; Olegario de Barcelona, obispo. Beata María de
la Providencia, fundadora.
NO TENIA QUE VER
CON EL PECADO
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Is 66, 10-11
Alégrate, Jerusalén, y que se reúnan cuantos te aman.
Compartan su alegría los que estaban tristes, vengan a saciarse con su
felicidad.
No se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Señor Dios, que por tu Palabra realizas admirablemente la
reconciliación del género humano, concede al pueblo cristiano prepararse con
generosa entrega y fe viva a celebrar las próximas fiestas de la Pascua. Por
nuestro Señor Jesucristo
LITURGIA DE LA
PALABRA
PRIMERA LECTURA
El pueblo de Dios celebró la Pascua al entrar en la
tierra prometida.
Del libro de Josué: 5, 9. 10-12
En aquellos días, el Señor dijo a Josué: "Hoy he
quitado de encima de ustedes el oprobio de Egipto".
Los israelitas acamparon en Guilgal, donde celebra-ron la
Pascua, al atardecer del día catorce del mes, en la llanura desértica de
Jericó. El día siguiente a la Pascua, comieron del fruto de la tierra, panes
ázimos y granos de trigo tostados. A partir de aquel día, cesó el maná. Los
israelitas ya no volvieron a tener maná, y desde aquel año comieron de los
frutos que producía la tierra de Canaán.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 33, 3-4. 18-19. 20-21ab.
R/. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de
alabarlo. Yo me siento orgulloso del Señor, que se alegre su pueblo al
escucharlo. R/.
Proclamemos la grandeza del Señor y alabemos todos juntos
su poder. Cuando acudí al Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores.
R/.
Confía en el Señor y saltarás de gusto, jamás te sentirás
decepcionado, porque el Señor escucha el clamor de los pobres y los libra de
todas sus angustias. R/.
SEGUNDA LECTURA
Dios nos reconcilió consigo por medio de Cristo.
De la segunda carta del apóstol san Pablo a los
corintios: 5, 17-21
Hermanos: El que vive según Cristo es una creatura nueva;
para él todo lo viejo ha pasado. Ya todo es nuevo.
Todo esto proviene de Dios, que nos reconcilió consigo
por medio de Cristo y que nos confirió el ministerio de la reconciliación.
Porque, efectivamente, en Cristo, Dios reconcilió al mundo consigo y renunció a
tomar en cuenta los pecados de los hombres, y a nosotros nos confió el mensaje
de la reconciliación. Por eso, nosotros somos embajadores de Cristo, y por
nuestro medio, es como si Dios mismo los exhortara a ustedes. En nombre de
Cristo les pedimos que se dejen reconciliar con Dios.
Al que nunca cometió pecado, Dios lo hizo
"pecado" por nosotros, para que, unidos a él, recibamos la salvación
de Dios y nos volvamos justos y santos. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Lc 15, 18
R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he
pecado contra el cielo y contra ti. R/.
EVANGELIO
Tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida.
LECTURA Evangelio Lucas
capítulo 15, versículos 1 al 3 y 11 al 32
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y
los pecadores para escucharlo. Por lo cual los fariseos y los escribas
murmuraban entre sí: "Éste recibe a los pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola: "Un hombre
tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: 'Padre, dame la parte
de la herencia que me toca'. Y él les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo
suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una
manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una
gran hambre y él empezó a pasar necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un
habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía
ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban
que se las comiera.
Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ¡Cuántos
trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy
muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he
pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme
como a uno de tus trabajadores'.
Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre.
Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente.
Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El
muchacho le dijo: 'Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco
llamarme hijo tuyo'.
Pero el padre les dijo a sus criados: ¡Pronto!, traigan
la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en
los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta,
porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo
hemos encontrado'. Y empezó el banquete.
El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se
acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los
criados y le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: 'Tu hermano ha regresado y
tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo'. El
hermano mayor se enojó y no quería entrar.
Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él
replicó: ¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya,
y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso
sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú
mandas matar el becerro gordo'.
El padre repuso: 'Hijo, tú siempre estás conmigo y todo
lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este
hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos
encontrado' ". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
REFLEXION Evangelio Lucas
capítulo 15, versículos 1 al 3 y 11 al 32
Hoy vemos la misericordia, la nota distintiva de Dios
Padre, en el momento en que contemplamos una Humanidad “huérfana”, porque
—desmemoriada— no sabe que es hija de Dios. Cronin habla de una hijo que marchó
de casa, malgastó dinero, salud, el honor de la familia... cayó en la cárcel.
Poco antes de salir en libertad, escribió a su casa: si le perdonaban, que
pusieran un pañuelo blanco en el manzano, tocando la vía del tren. Si lo veía,
volvería a casa; si no, ya no le verían más. El día que salió, llegando, no se
atrevía a mirar... ¿Habría pañuelo? «¡Abre tus ojos!... ¡mira!», le dice un
compañero. Y se quedó boquiabierto: en el manzano no había un solo pañuelo
blanco, sino centenares; estaba lleno de pañuelos blancos.
Nos recuerda aquel cuadro de Rembrandt en el que se ve
cómo el hijo que regresa, desvalido y hambriento, es abrazado por un anciano,
con dos manos diferentes: una de padre que le abraza fuerte; la otra de madre,
afectuosa y dulce, le acaricia. Dios es padre y madre...
«Padre, he pecado» (cf. Lc 15,21), queremos decir también
nosotros, y sentir el abrazo de Dios en el sacramento de la confesión, y
participar en la fiesta de la Eucaristía: «Comamos y celebremos una fiesta, porque
este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida» (Lc 15,23-24). Así, ya que
«Dios nos espera —¡cada día— como aquel padre de la parábola esperaba a su hijo
pródigo» (San Josemaría), recorramos el camino con Jesús hacia el encuentro con
el Padre, donde todo se aclara: «El misterio del hombre sólo se esclarece en el
misterio del Verbo encarnado» (Concilio Vaticano II).
El protagonista es siempre el Padre. Que el desierto de
la Cuaresma nos lleve a interiorizar esta llamada a participar en la misericordia
divina, ya que la vida es un ir regresando al Padre.
Credo.
PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos, hermanos, al Señor, que no desea la muerte del
pecador, sino que se convierta y viva, y pidámosle que tenga misericordia de su
pueblo penitente: (R/. Escúchanos, Señor.)
Para que Dios aumente la fe y fortalezca la voluntad de
los que se preparan a recibir en estos días cuaresmales el sacramento de la
penitencia y les conceda un verdadero arrepentimiento de sus culpas, roguemos
al Señor.
Para que el Señor abra la inteligencia y el corazón de
los incrédulos, de manera que lleguen al conocimiento de la verdad, y en la fe
encuentren aquel descanso que tanto desea su corazón, roguemos al Señor.
Para que Dios conceda su ayuda a los enfermos, a los
pobres, a los que se sienten tentados y a todos aquellos que con su sufrimiento
participan de la cruz de Cristo, roguemos al Señor.
Para que todos nosotros perseveremos en el esfuerzo
cuaresmal y lleguemos, purificados e iluminados, a las fiestas de Pascua que se
acercan, roguemos al Señor.
Dios rico en misericordia, que acoges con el abrazo del
perdón a tus hijos que, arrepentido, retornan a ti, escucha nuestras oraciones,
perdona nuestras culpas y revístenos con vestiduras de fiesta, para que podamos
participar en el banquete pascual. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Te presentamos, Señor, llenos de alegría, estas ofrendas
para el sacrificio y pedimos tu ayuda para celebrarlo con fe sincera y
ofrecerlo dignamente por la salvación del mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio I o II de Cuaresma, pp. 492-493 (493-497).
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Sal 121, 3-4
Jerusalén ha sido edificada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a
celebrar el nombre del Señor.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor Dios, luz que alumbra a todo hombre que viene a
este mundo, ilumina nuestros corazones con el resplandor de tu gracia, para que
podamos siempre pensar lo que es digno y grato a tus ojos y amarte con sincero
corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE EL PUEBLO
Protege, Señor, a quienes te invocan, ayuda a los débiles
y reaviva siempre con tu luz a quienes caminan en medio de las tinieblas de la
muerte; concédeles que, liberados por tu bondad de todos los males, alcancen
los bienes supremos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
OTRAS REFLEXIONES AL EVANGELIO DE HOY
REFLEXION Evangelio Lucas
capítulo 15, versículos 1 al 3 y 11 al 32
Este es uno de los textos que propone el Papa para el Año
de la Misericordia, es una parábola muy conocida del Evangelio y quizás de las
más cautivadoras. La hemos llamado del hijo pródigo, del hermano mayor, pero la
figura central parece el padre misericordioso. Sin duda sorprende ver a un
padre tan especial que no guarda para sí su herencia, respeta la libertad,
calla y espera. No anda obsesionado con la moral de sus hijos, él aguarda a los
perdidos, que: “cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y
echando a correr, se le echo al cuello y se puso a besarlo”. ¿Será así Dios?
Todo consiste en volver a la casa del padre, en
integrarse a la familia, en convertirse. Para lo cual primero hay que
recapacitar, pensar: “Recapacitando entonces, se dijo…”, hay que tener la
valentía de mirarse como uno está. Después hay que reconocer el pecado, cuesta
mucho decirnos la culpa es mía, reconocer nuestros límites y querer crecer
aunque sea en un puesto secundario. Y por último hay que ponerse en pie: “me
pondré en camino adonde está mi padre, y le diré…”. Pero no basta con la
reflexión y el cambio interior, no basta con confesar el pecado, hay que
rehacer los lazos rotos. El perdón siempre es el encuentro de dos amores: un
amor que espera y un amor que vuelve.
Ser misericordioso no significa ser liberal o relejado,
significa tener entrañas, por eso el padre repite dos veces: “Este hijo mío
estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo he encontrado”. Si se
pusiera en práctica esta frase del Evangelio, es posible que la imagen de la
Iglesia fuera distinta. Después vendrán los abrazos, los besos, la fiesta, el
cordero cebado, el baile, el anillo, el mejor traje. El padre devuelve a su
hijo la dignidad de hijo y celebra la fiesta de la reconciliación, porque supo
volver. ¿Será esto el Reino de Dios?
Hay que dejarse amar, sentirse amado por el padre y como
nos dice San Pablo en la segunda lectura, transformarse en un hombre nuevo: “El
que es de Cristo es una criatura nueva: lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha
comenzado. Todo eso viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió
consigo y nos encargó el servicio de reconciliar. Es decir, Dios mismo estaba
en Cristo reconciliando el mundo consigo, sin pedirle cuenta de sus pecados, y
a nosotros nos ha confiado el mensaje de la reconciliación”. El amor cambia, saber
que somos acogidos y acoger a otros con misericordia, es el mensaje que se nos
ha confiado, debemos ser signos de reconciliación.
Pero lo de la fiesta es demasiado, así piensan muchos de
los hermanos mayores: “El se indignó y se negaba a entrar”. Hemos separado la
fiesta y la alegría de la liturgia y nuestras celebraciones son tan correctas,
que sólo los santos de nuestras penas parecen divertirse. Hay que celebrar a
los hermanos que vuelven, que en realidad somos todos, eso es la Pascua, pero
como dice nuestro Papa: “Hay cristianos cuya opción parece ser la de una
Cuaresma sin Pascua” y “Por consiguiente un evangelizador no debería tener permanentemente
cara de funeral” En ocasiones parece que no entendemos ni jota del amor o de
aquella frase de Jesús: “Hay más alegría en el cielo por un solo pecador que se
convierta, que por noventa y nueve justos, que no necesitan convertirse” (Lc.
15,7).
Por eso, cuando se nos acerca el extraño, el que no
piensa y vive como nosotros, decimos: “Ese hijo tuyo…” y el padre nos dice:
“Ese hermano tuyo” y “Todo lo mío es tuyo”. El padre invita a los hermanos a
acogerse con el mismo cariño, cuesta pedir perdón pero en ocasiones cuesta más
perdonar y amar al que sentimos lejos de nuestras maneras de pensar. Y es que
sin prejuicios, sin condenas, debemos de ser serios con nuestra propia
conciencia; estimulándonos permanentemente al cambio y la conversión y
comprensivos con los demás; llenos de ternura y misericordia. Difícil tarea,
pero: ¿No será este el secreto de la vida cristiana?
La actitud del padre nos habla de cómo es Dios, la fiesta
de cómo es el Reino y la reconciliación del secreto y la salsa de la vida,
nuestras comunidades y parroquias deben vivir cada domingo la alegría de los
que se reencuentran y se reconcilian.
Bendición Hermanos:
Sabemos por experiencia que es difícil perdonar cuando nos sentimos
profundamente ofendidos. Todos hemos llegado a tener heridas profundas: una
amistad y confianza traicionadas, un amor rechazado o no correspondido, unas
esperanzas en los otros nunca cumplidas… ---
Esta ha sido también la experiencia de Dios con nosotros. Sin embargo,
él nos acoge de nuevo con alegría, no nos guarda rencor, no reduce su amor
hacia nosotros. --- Que ojalá nuestro amor haya madurado gracias
a este nuestro encuentro con el Dios que nos perdona; para que nosotros también
sepamos perdonar, sin condición y con alegría, a los que nos hayan ofendido.
Para ello, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo
descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.
Podemos ir en la paz de Dios, Padre, que nos ama y nos
perdona.
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